Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki fueron dos ataques nucleares ordenados por Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos, contra el Imperio del Japón el 6 y el 9 de agosto de 1945, ataques que crearon una herida irreversible en la historia de la humanidad. Los conflictos bélicos desde esa fecha siempre se han basado en una beligerancia cruel, pero que nunca implicó el uso del arma llamada por muchos “arma final”. La llaman ‘final’ precisamente porque no contempla otro comienzo: simplemente es el fin de todo.
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